[Leemos] Jeremías 29 al 34
[Meditemos] Jeremías 29 | ANTES DEL FIN, LA PROMESA
Nos acercamos poco a poco al final del primer libro de este profeta. Y junto con el fin, vemos cómo las profecías se encaminan poco a poco tanto a la promesa de la futura restauración de Jerusalén y su futuro exilio. El dejar la ciudad para morar en una tierra extranjera parece ser (a la vista del profeta) inminente, puesto que ni Jerusalén ni sus líderes y mucho menos el rey, tienen alguna intención de arrepentirse y dejar sus malos caminos.
He aquí una nueva obediencia para Israel: el permitir ser exiliados. Abandonar la ciudad que Dios les había prometido que sería suya para siempre. Todo esto, por causa del pecado. ¿Qué sentiríamos si nos dijeran que a causa de nuestro mal proceder nos quitarán aquello que tanto habíamos anhelado? Eso mismo (y probablemente peor) sintieron los israelitas. La tierra de la promesa, el lugar donde se encontraba el templo de Dios, quedaría completamente abandonada, por causa de sus pecados.
Sin embargo, debemos poner nuestra atención a cómo Dios actúa en medio del exilio y cómo les habla a aquellos que habrán de ser exiliados. “Construyan casas y habítenlas, planten huertos y coman de sus frutos”. Dios les hace ver que, el período de tiempo que estarán allá es largo. Pero no por causa de ello, significa que tendrán que vivir en la miseria o esclavitud. Dios les concede la misericordia, de que, en medio de su confinamiento, puedan recapacitar, formar una vida, y esperar el tiempo del regreso. Porque Dios no los dejaría perpetuamente en una tierra extranjera. Dios prometió Israel para Su Pueblo, y no permitiría que quedara vacía eternamente.
Al igual que Israel en el cautiverio, nosotros nos encontramos fuera de aquél lugar donde adoramos al Señor. Pero el hecho de que estemos fuera del lugar de adoración, no significa que debamos estar estáticos y sin servir al Señor. Sea poco o mucho el tiempo en que estemos en nuestros hogares o viviendo bajo una nueva realidad, Dios quiere que aprendamos a vivir el tiempo suficiente de esta manera, y que le glorifiquemos en este estado de contingencia. Él habrá de visitarnos y nos habrá de hacer volver en el tiempo que Él crea necesario. No será antes, ni será después. Por tanto, construyamos nuestras casas en el confinamiento, plantemos aquello que no pudimos en algún otro tiempo para poder tener fruto a sus tiempo.
En muchas ocasiones es necesario salir, dejar el lugar de comodidad, para enfrentarnos a una situación en la que no nos habíamos envuelto para poder valorar de la mejor manera aquello que Dios nos había concedido, pero que en ocasiones por nuestro orgullo, falta de carácter, inmadurez, pecados repetitivos, y demás infinidad de cosas, no nos permitían poder valorar. Pero al igual que con los judíos, no todos eran unos pecadores, sin embargo, tuvieron que salir. Y es por ello que la fe sostiene nuestro corazón. La promesa de que Dios habrá de visitarnos. Y que si hemos salido, es porque en el regreso, Dios renovará ese pacto de misericordia. Dios hará nuevas las cosas. Tuvo que destruir el templo, para hacer uno nuevo. Tuvo que sacar a los israelitas, para permitir a la tierra renovarse. Pero no los dejó sin promesa y a nosotros tampoco.
Por lo tanto, no estemos quietos y sin esperanza en estos momentos. Dios conoce el bien que nuestras almas necesitan, pero también desea que encontremos contentamiento en Él y no que pongamos nuestra mirada en las circunstancias y que tampoco digamos para comodidad nuestra “¡Templo de Jehová! ¡Templo de Jehová! ¡Templo de Jehová es este!” sin buscar el arrepentimiento. Él vendrá a nosotros, y nosotros iremos a buscar Su Rostro en su Santo Templo. Sólo debemos ser pacientes y trabajar durante el confinamiento.
[OREMOS] Señor, Tú conoces nuestros corazones. Tú conoces el por qué fue necesario salir. Nosotros hemos recibido tu buena palabra y no queremos permanecer estáticos y a la expectativa de volver sin mirar la necesidad del mundo en el que vivimos y sin trabajar durante ese tiempo. Agradecemos la misericordia y la esperanza que nos das en las promesas del regreso. Y recibimos con fe las promesas de bien que nos haces. Sabemos que vendrás a nosotros. Nosotros podremos regresar. Renovaremos el pacto como congregación contigo y Tú nos escucharás. Y sabemos que en El Nombre de Jesús no seremos los mismos, sino que la gloria tuya nos llevará de gloria en gloria. Amén.
#GymnasioEspiritual | Hno. Huerta.