¿Por qué ya no funciona el evangelismo? | Ds21


El arma del siglo Pasado

La semana pasada comencé a escribir una nueva serie que tiene que ver con un nuevo desafío que tiene la iglesia cristiana respecto al siglo nuevo. Los cambios bruscos en la economía de la información, con la llegada del Internet, redes sociales y gadgets, ha modelado la nueva vida real de las personas. No darse cuenta de esto, y no adecuar nuestras formas y funciones de ser iglesia, significa un abandonar la misión.

Aunado a todo esto, las transiciones generacionales están sufriendo también cambios bruscos, en la que percibo que, la generación de mis «padres», la que actualmente va de los 40 a los 60 años, están pasando una «estafeta» a mi generación, la que va de los 25 a 40 años. Creo firmemente por la historia de las misiones del siglo pasado que, hicieron un gran trabajo, tanto mis «padres» como mis «abuelos» [cuando me refiero a ellos no me refiero a linea sanguínea sino generaciones anteriores]. Es importante aclarar aquí que, estoy escribiendo desde mi trasfondo evangélico.

Ellos identificaros su momento histórico, en el que la difusión evangelísitca fue una clave importante para que el cristianismo evangélico llegara a todas las partes de América Latina. Sin dejar de reconocer que pudo haber errores o ciertos énfasis desequilibrados, veo que su tarea de difundir el mensaje fue satisfactorio. De hecho, diría yo que fue el arma secreta del siglo pasado.

Para nada es extraño que la difusión o publicidad jueguen un papel fundamental cuando se crea un nuevo producto. Así fue percibido este movimiento, como un producto que, ofrecía cosas distintas a las antiguas denominaciones del cristianismo. Por eso, la difusión a manera de un evangelismo explosivo fue «un producto» que se vendió bien a esas generaciones. No obstante, la publicidad debe tomar nuevas formas creativas y estudiar a los futuros clientes que, ya conocen sus productos. Ya no basta con la mera publicidad, se debe concentrar también en otras aspectos del producto mismo.

Cuando un producto ya es conocido por la mayoría de las personas y es bueno, la publicidad deja de ser crucial. Por otro lado, cuando las personas conocen que el producto es regular o malo, por más publicidad buena que se haga, la gente no querrá consumir dicho producto. Esto último ha pasado con los productos que ofrecemos en nuestro evangelismo. ¿O será que nuestro producto es tan bueno que ya la difusión no es crucial? Creo que reconocemos que tenemos problemas y que la gente ya no escucha igual que antes.

Un nuevo evangelismo

Este lenguaje de mercadotecnia sólo lo utilizo como una analogía con nuestra labor evangelística. Yo he insistido por los medios en los que me hago escuchar, sea mi congregación o en redes sociales que, el evangelismo a la manera del siglo pasado ya no funciona. La gente nos escucha y recibe nuestros tratados, pero lo desecha a los dos segundos. Pero, ¿por qué ya no funciona? ¿Por qué la gente de este siglo es más perversa? O, ¿por qué el canal de comunicación está evidentemente roto? Aunque pueden ser muchos factores, quiero enfocarme en el esfuerzo que debemos hacer en el sentido de la última pregunta: El canal de comunicación.

Esencialmente nuestro evangelismo no funciona porque lamentablemente las personas ya conocen nuestro producto ofrecido que, cuando llegan a nuestras congregaciones no lo «reciben». Ya que se les prometió que, si reciben a Cristo en su corazón, su vida se va a poner color de rosa, y que, en las iglesias encontrarán personas amorosas y comprensivas. Debemos reconocer que esto está muy lejos de lo que encuentran cuando llegan a nuestras congregaciones o que, por lo menos toma mucho tiempo alcanzar ese estatus.

Nuestra nueva difusión debe tomar en cuenta a los «nuevos clientes» que ya no son personas de 40 o 50 años sin preparación alguna. Hoy tenemos a los Milennials y a la Generación Z que, han sido educados por los medios sociales y el posmodernismo, mismos que han formado una cosmovisión sustancialmente distinta a la anterior. Son irreverentes, desinhibidos, tienen voz, dicen lo que piensan, tienen información a la mano, etc.

Esto sugiere que debemos enfrentar este desafío desde dos frentes. En primer lugar, en vez de destinar tantos recursos «a publicidad», debemos mejorar nuestros productos al interior; nuestra gente no es madura ni capaz de defender o promover su fe. Y, en segundo lugar, el otro frente debe estar redirigido a estas nuevas generaciones online, así que, todo el evangelismo debe estar diseñado en su forma, no en su fondo, pensando en ellos.

Puntuación: 1 de 5.

No estoy diciendo que el producto que ofrezcamos sea el Evangelio, sino lo que nosotros como iglesia refleja del Evangelio. Esto ensucia el producto, no por el producto sino por nuestro manoseo. Tampoco estoy sugiriendo que dejemos de evangelizar, al contrario, lo que digo es que, debemos hacerlo cada vez mejor y tomando en cuenta a los nuevos receptores. Es como si no hablaran el mismo idioma. Mi sugerencia es: aprendamos ese idioma.

Si la publicidad ya no es crucial cuando el producto ya no es nuevo, debemos tomar otras estrategias, por un lado más creativas y por el otro lado, enfocado en el producto mismo. Con esto me refiero a mejores discípulos, preparados para toda buena obra, que enfrenten las batallas de este siglo. Un problema en esto ha sido divorciar el evangelismo del discipulado, pero es un tema que trataré más adelante.

El desafío será un envangelismo fiel a su esencia pero que busque los canales adecuados para que la gente lo beba. Esta bebida deberá ser sin fines proselitistas. Ese será el tema de la siguiente entrada: Un evangelismo sin fines proselitistas. Es un reto. Lamentablemente la mayoría de nuestros evangelismos lleva sutilmente el ingrediente del proselitismo. Pero sé que podemos esforzarnos y hacerlo mejor. Nuestros jóvenes son muy creativos, habrá que involucrarlos para este fin.

Espero que haya sido de reflexión, que en todo esto, Dios nos ayude.


Foto de Personas creado por rawpixel.com – www.freepik.es

Recursos disponibles

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Publicado por Pastor Laico

Un pastor e ingeniero.

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