35. El Broche de Oro | #CEO


Casa de Oración Rancho Nuevo | 12 de Abril de 2015 | Jonathan García | #CEO

Hechos 5. 30El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. 31A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. 32Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.

Hoy cumplimos cuatro semanas que estamos hablando del contenido del mensaje. ¿Qué debemos predicar cuando compartimos el Evangelio? Esto es de vida o muerte.

0. Recapitulando

La semana anterior, por lo menos a mí, me fue contestada una de las muchas preguntas al comenzar esta serie, ¿por qué esa iglesia era tan fuerte? Porque fueron testigos de su Resurrección, y eso era el motor de su fe. Pensaban con fe: “Sí Jesucristo resucitó, también nosotros lo haremos; vale la pena arriesgarse y obedecerlo en todo. Si muero, es ganancia, si vivo, que sea para Él”.

Parece que hemos visto demasiadas cosas. No es qué hayamos visto demasiado, sino que hemos profundizado en las cosas más importantes. Hasta el momento, hemos querido responder solo algunas preguntas. ¿Qué es el cristianismo? ¿Cuál es el llamado a la iglesia? ¿Cuál es su mensaje? ¿En qué radica el Éxito? Hemos estado estacionados en estas preguntas a la lo largo de 34 mensajes. Y definitivamente estamos en un momento crucial de la serie. Recapitulemos el libro:

Jesucristo murió. Jesucristo resucitó y apareció a sus discípulos por cuarenta días, y les hablaba del reino; de sus planes, dándoles una comisión. Jesucristo sube al Padre, no sin antes darle una promesa, la del Espíritu Santo de Dios. Pasan diez días y viene en el día del Pentecostés tal promesa. Hablan en lenguas y los visitantes de otros pueblos, les entienden en sus propios idiomas. Pedro aprovecha la atención del pueblo y predica el primer mensaje evangelístico (a lo que iba). Tres mil hombres son convencidos por el Espíritu y son guiados al arrepentimiento.

Así comienza la iglesia del Nuevo Testamento tal como Dios la pensó. Perseveraban en la doctrina, en la comunión, en el partimiento del pan, y en las oraciones. Salen como cualquier día a orar al templo, y se encuentran a un cojo, lo sanan en el nombre [por el poder y la autoridad de] Jesucristo. Les quieren rendir culto, pero Pedro señala a Cristo, predicando de nuevo el Evangelio y no deteniéndose en el milagro. Se enojaron los gobernantes judíos y les pusieron en la cárcel. Pedro vuelve a anunciar el Evangelio, ahora a estos gobernantes. Los amenazaron para que dejasen de predicar en ese Nombre, Pedro y Juan respondieron que era necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Los tuvieron que soltar, no sin antes advertirles que podían correr la suerte misma de Jesucristo, es decir, morir.

Los creyentes oran de una manera asombrosa, no pidiendo libertad sino valor para seguir hablando. El Espíritu vuelve a llenarlos, el edificio tiembla. Todo iba color de rosa, incluso vendían las propiedades y la daban a los necesitados. Pero Ananías y Safira son engañados por Satanás y por su corazón, mienten a Dios y mienten a los demás. Mueren. Viene temor a algunos, y miedo a otros. Muchos mejor ven de lejos, no se atreven a unirse, los demás se fortalecen y alaban a Dios. Vienen más señales y milagros, que hasta la gente pensaba que la sombra de Pedro era la que sanaba.

Vuelven a capturar a los apósteles, esta vez están más enojados los gobernantes; así que los pusieron en la cárcel donde están los más peligrosos (por sí quizá alguien los mate). Pero un ángel de Dios les abre las puertas y les dice que sigan anunciando en el templo el Evangelio. Pedro y Juan y los demás vuelven al templo a seguir enseñando. Nuevamente los gobernantes van y les amenazan. Pedro y Juan vuelven a insistir que es necesario obedecer a Dios antes que a ellos. Y vuelve a anunciarles el Evangelio. Y aquí nos encontramos, enfatizando lo qué es el cristianismo, y cuál es su mensaje. En este sermón responderá esto, además de revelar cuál es el éxito el cristianismo. Resumiendo un poco:

El cristianismo trata del reino de Dios. Que en Jesucristo se encuentran las promesas; Él es el camino de Dios y a Dios, preparado de antemano y anunciado por todo el Antiguo Testamento. Qué es necesario nacer de nuevo para entrar al reino. Por esto, un cristiano es aquel hombre que ha recibido misericordia del Padre, que su pecado ha sido perdonado por la sangre de Cristo, y su vida trasformada por el poder del Espíritu Santo. La misión del Iglesia es hablar de ese reino. Su mensaje es el Evangelio, y el primer llamado es al arrepentimiento.

Ahora, todo esto nos deja más claro las cosas; pero aún no hemos visto con claridad en qué radica el éxito de la Iglesia. Jesús profetizó:

Mateo 16. 18Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

En otras palabras, “La Iglesia jamás será destruida”. A pesar de momentos oscuros y de degradación, la Iglesia de Jesucristo nunca ha desaparecido, ni lo hará. ¿Por qué? Y bueno, este pasaje nos da la respuesta, y nuestra interpretación d este pasaje, nos puede colocar en una religión o en otra. Si la roca en la cual Dios edifica la Iglesia es Pedro, ya sabemos de cual religión estamos hablando. Pero si Cristo hablaba de una roca más grande (que Pedro), es aquella roca que se habla en los Salmos, y de la cual el mismo Pedro y Pablo enseñan, es Cristo. Cristo es el fundamento y la piedra angular de la Iglesia. Por eso no puede derribarse. Puede caer todo la construcción de arriba, pero nunca los fundamentos, porque es roca fuerte.

Hechos 5.32Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.

Este verso nos habla del cumplimiento de muchas de las promesas, especialmente hechas por nuestro Señor Jesucristo. Él dijo que no nos quedaríamos huérfanos (desamparados) (Juan 14.5). Él dijo que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28.20). Él prometió que enviaría al Espíritu para que nos guie a toda verdad (Juan 16.13). Él prometió que el Espíritu nos llenaría de una capacidad fuera de nosotros mismos, para serle testigos (Hechos 1.8). Esta es única explicación del nacimiento y continuidad de la Iglesia de Cristo; la venida del Espíritu Santo.

Comenta Martyn Lloyd-Jones:

¿Qué hace que una reunión de iglesia sea única? ¿Qué diferencia a una iglesia de una mera reunión humana, aun reuniones humanas en su mejor y más alto grado? Es la presencia del Espíritu Santo. ¡La presencia invisible! ¡Dios el Espíritu Santo entre nosotros! Si no fuera por el Espíritu Santo, la perspectiva de la Iglesia carecería, de hecho, de toda esperanza. Pero con el Espíritu Santo como testigo, el futuro está lleno de esperanza…

“Y también el Espíritu Santo (es testigo) el cual ha dado Dios a los que le obedecen”. ¿Cómo el Espíritu es testigo?

1. Por su venida en el día de Pentecostés

Pasaron diez días para que se cumpliera la promesa del Señor Jesucristo, que a la vez había sido la promesa del Padre. Los discípulos se habían llenado de gozo cuando vieron a Jesús resucitar, pero luego se fue; aún les faltaba algo, una garantía vitalicia. La Escritura dice:

Juan 7. 37En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Creo que en esto no se hace el énfasis necesario en nuestra predicación del Evangelio sobre este punto: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. La contextualización y el llamado al arrepentimiento no es el Evangelio, pero es parte integral del mensaje. El Evangelio es la noticia de victoria (concepto de la antigüedad):

Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;

y que fue sepultado,

y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;

y que apareció a Cefas, y después a los doce. (1Corintios 15:3-5)

Después de dar las malas y hacer el llamado a reconciliarse con Dios, por medio del arrepentimiento y fe, viene la promesa de creer en este Evangelio: y recibirán al Espíritu. ¿Notan estos tres elementos? (1) Contextualización y llamado (malas noticias), (2) El Evangelio (buenas noticias) y (3) el don del Evangelio. Enfatizar demasiado en una y omitir las otras nos ha acarreado problemas; legalismo y/o libertinaje.

Hechos 2.2Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;

Me parece interesante, que en el principio cuando Dios creó al hombre “sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2.7). De igual forma, este viento recio que soplaba, fue el viento de Dios. El Espíritu Santo dando aliento de vida a la Iglesia. En cierto sentido, fue la inauguración de la Iglesia cristiana. El momento en que se cumplió muchas de las profecías de Dios. No que la Iglesia comenzara aquí estrictamente hablando, sino de la forma en la que Dios mostraría todo su poder en ella y a través de ella. Si el Espíritu Santo no hubiera venido, no habría Iglesia en estos momentos.

Ser cristiano no era algo sencillo en aquellos tiempos. Convertirse en cristiano para un judío, significa mucho más de lo que nosotros podemos entender. En nuestro país no se vive lo que allá estaban viviendo. Aquí la mayoría dice creer en Cristo, y acercarse a la iglesia no suele ser mucho problema. Para un judío significaba renunciar a la herencia de su familia; su nombre era borrado del libro de la memoria familiar. Significaba persecución y atenerse a la muerte. A pesar de esto, se convirtieron tres mil en la primera oportunidad, luego otros dos mil. Esto habla de conversiones genuinas y no por conveniencia o manipulación.

La Biblia no es una recopilación de los pensamientos y las aspiraciones de los hombres, ni de los intentos de los hombres por llegar a un conocimiento de Dios. Más bien al contrario: es el testimonio de las acciones de Dios. «En el principio creó Dios […]» (Génesis 1:1) Se empieza con la acción de Dios y se continúa adelante. El Antiguo Testamento refiere la manera como Dios trató con los hijos de Israel, creando una nación, enviando profetas y maestros. Y después se nos dice: «Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley» (Gálatas 4:4). ¡Dios actuando! Dios entregando a su Hijo a la muerte. Eso es lo que ocurrió en el Calvario. Sé que los clavos los clavaron en realidad las manos de los hombres, pero era Dios actuando. «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» (2 Corintios 5:19). «A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole» (Hechos 2:23). Y después Dios resucitó a su Hijo de entre los muertos: los grandes hechos de la Resurrección y de la Ascensión fueron todos ellos acciones de Dios. Y otra de las cosas maravillosas que Dios hizo fue enviar el Espíritu Santo el día de Pentecostés. —Martyn Lloyd-Jones.

2. La venida del Espíritu fue un cumplimiento de las profecías

Todo esto nos va dejando claro que el cristianismo no es algo que se les ocurre a los hombres. No fue algo que de repente pasó. No fue una casualidad. Todo ha sido planeado —anunciado y profetizado— antes de que el mudo fuera. Nosotros, como cristianos, no empezamos con el Evangelio según Mateo, sino con el libro de Génesis. Así fue como Pedro ha estado predicando el Evangelio hasta por cuatro ocasiones distintas. Comenzando con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Por eso existe le Antiguo Testamento, para mostrarnos ese Plan. No existe para contarnos historietas bonitas y que dejen moraleja. Sino para hablarnos de ese Camino. El Nuevo Testamento es el cumplimiento del Antiguo. «Estas cosas» habían sido todas predichas. Y ese es el hecho asombroso. No hay nada más impactante que la profecía verificada, cumplida. Aquí se cumple otra:

Hechos 2. 15Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. 16Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:

17Y en los postreros días, dice Dios,

Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,

Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;

Vuestros jóvenes verán visiones,

Y vuestros ancianos soñarán sueños;

Joel 2. 28Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. 29Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.

30Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. 31El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. 32Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.

El Espíritu Santo se derramaría sobre toda carne, sea mujer o hombre, se libre o esclavo, sea judío o no judío. No es que el Espíritu apareciera por primera vez. Él estaba desde la eternidad con el Padre y con el Hijo, en la creación y en cada una de las grandes obras. Venía de vez en vez a capacitar a hombre y a hablar por medio de sus bocas. Pero aún no se había derramado, aún no habitaba en ellos. Jesús les prometió:

Juan 14. 17el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.

Cuando vino Juan el Bautista, la gente creía que era el Cristo, pero él les dijo: «Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará» (Lucas 3:16-17).

Ya he dicho que la resurrección es la gran prueba de Dios, en la que nos demuestra que todo lo que dijo fue verdad. Y de esta manera, el Espíritu es la última prueba, de que Dios cumple todo lo que ha prometido. Es el sello, es la garantía, es el broche de oro del cristianismo.

Las palabras de nuestro Señor en el gran día de la fiesta fueron palabras proféticas: Él mismo profetizó la venida del Espíritu. Afirmó que iba a enviar al Espíritu y dijo que el resultado de la venida del Espíritu sería que los hombres y las mujeres estarían tan satisfechos que de su interior brotarían ríos de agua viva. Si el Espíritu Santo no hubiese venido, nuestro Señor hubiera sido un falso profeta. ¡Pero el Espíritu sí vino! Por tanto, el Espíritu Santo es un testigo. Repito, el Espíritu Santo es la prueba final de que nuestro Señor era quien afirmaba y lo que decía ser. Los Apóstoles dijeron: Nosotros no somos los únicos testigos, «también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen».

Os conviene que yo me vaya. ¿Qué? ¿Era posible? ¿Cómo podía ser bueno para los discípulos que el Maestro los dejara? Solo había estado con ellos tres años y no habían podido tomar notas. ¡Ahora los iba a abandonar y estaba diciendo que era bueno! Después, continuó: «Porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Juan 16:7-8). ¡Él! El Espíritu Santo.

Y después, en el final mismo de su vida terrenal, aun después de la Resurrección, inmediatamente antes de su ascensión, nuestro Señor les dijo a los discípulos que esperaran en Jerusalén «la promesa del Padre», acerca de la cual les había hablado. Y añadió: «Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días» (Hechos 1:4-5). ¡Eso es! «Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8). Aquí tenemos su promesa, aquí tenemos su afirmación, una afirmación y una promesa que cumplió y que demostró que eran ciertas cuando envió el Espíritu Santo el día de Pentecostés. La segunda forma, pues, en que el Espíritu Santo da testimonio es que, por su venida, dio testimonio de la verdad de las profecías.

3. El cambio en los apóstoles

La ultima forma en que el Espíritu Santo es testigo, es por el cambio de los apóstoles (cristianos). ¿Qué cambio se iba a observar en los Apóstoles? Si leemos los Evangelios y después leemos Hechos de los Apóstoles. Miramos lo que estos hombres eran. Se nos dice que los miembros del gran Sanedrín, a su manera protectora, «[notaron] que eran hombres sin letras y del vulgo» (Hechos 4:13). No tenían conocimiento, ni preparación; no eran fariseos, escribas ni saduceos. Eran pescadores, trabajadores corrientes. No solo eso, los Apóstoles eran cobardes. Este era el amigo más importante que jamás habían conocido, este Jesús y, sin embargo, todos le abandonaron y huyeron cuando lo arrestaron y se enfrentó cara a cara con la muerte. Pedro negó conocerle con juramentos y blasfemias. Tras la muerte de nuestro Señor, se reunieron el Aposento Alto y cerraron las puertas porque tenían miedo de los judíos. Así es como eran.

Pero considera a Pedro y a los Apóstoles aquí; escúchales. Pedro se levanta el día de Pentecostés y predica sin temor. Y aquí, en Hechos capítulo 5, está predicando de nuevo, aunque ha estado en la cárcel dos veces y aunque está amenazado de muerte. Mira directamente a los ojos de esta gran autoridad, el Sanedrín, y dice: «Tenemos que obedecer a Dios antes que a vosotros».

¿Qué ha pasado? ¿Qué es esto?

A grandes rasgos esto es el cristianismo. El cristianismo es aquello que transforma a los hombres y las mujeres completamente, dándoles un nuevo nacimiento, una mente y un entendimiento nuevo, y sobre todo una satisfacción nueva.

La venida del Espíritu es la gran explicación del cambio de los apóstoles, y de la perseverancia de la Iglesia. Por eso, el Espíritu es un testigo, aun por medio de nosotros cuando nos capacita para tales cosas. Esto es lo primero en la vida cristiana, y es lo que hace al cristianismo diferente de las demás religiones: la promesa de que el Espíritu Santo habitará en el creyente.

Muchas religiones hablan del Espíritu —algunas como una influencia o poder—, pero sólo el cristianismo le da una personalidad Divina. Las demás religiones prometen que si te portas bien, tal vez, y muy probable ganarás tu pase al cielo—aunque nunca pueden estar seguro de eso—; otras, que cumpliendo ciertas normas y permaneciendo en esa religión, estarás construyendo tu futuro en la eternidad. El cristianismo no promete cosas tales como recompensa; eso es lo hermoso del cristianismo, pues además de la salvación del alma (perdón), promete a una persona Divina que morará dentro de nosotros. Este es el triunfo del cristianismo: el Espíritu Santo morando en el creyente; es la garantía y el broche de oro (sello) del cristianismo.

Es el poder del Espíritu Santo el sello, y esto forma parte de la verdadera esencia del Evangelio. El Evangelio no se ocupa de lo que los hombres y las mujeres pueden hacer, sino de lo que Dios les capacita para hacer. Es Dios entrando en ellos en la forma del Espíritu Santo y dándoles una vida nueva, una nueva capacidad y todo aquello de lo que están necesitados.

Y así es como se expandió el cristianismo. ¿Trastornó el mundo porque un grupo de pescadores, de mujeres y de personas sin letras se reunieron para tener una reunión de oración? ¡La idea es totalmente una locura! Solo hay una explicación: los seguidores de Cristo fueron transformados, renovados y les fue dado un nuevo poder que estaba por encima de ellos. Se convirtieron en los vehículos y en los canales del poder del Espíritu Santo que estaba trabajando en ellos y a través de ellos.

El cristianismo no se puede lograr en nuestras fuerzas. No con ejército, no con espada, sino con el poder del Santo Espíritu. Sólo el Espíritu convence de pecado. Sólo el Espíritu puede salvar un alma. Sólo por el Espíritu se puede obrar los milagros. Sólo con su poder podemos ser testigos fieles. Solo el Espíritu nos lleva a la verdad. Nos enseña. Nos constriñe. El cristianismo es todo aquello que el hombre no puede hacer en sus fuerzas.

¡Lo asombroso es que la Iglesia aún esté aquí! Los hombres y las mujeres han intentado destruirla en innumerables ocasiones. Solo hay una cosa que explica la persistencia de la Iglesia: es el Espíritu Santo. Si lees la historia de la Iglesia, encontrarás una historia de reformas y avivamientos, de repeticiones de los acontecimientos del día de Pentecostés. La Iglesia se debilita, se hace ignorante, mundana y moribunda, pero entonces, de repente y de una manera inexplicable, Dios derrama de nuevo su Espíritu, quizá en un hombre, quizá en un grupo. Y son renovados y llenos de poder. Su palabra se hace irresistible y la Iglesia sigue adelante hacia un período de avivamiento, renovación y nuevo despertar. Y si no fuera por eso, la Iglesia hace mucho que hubiera llegado a su fin.

La pregunta que debes responder es esta: ¿Cómo llegó a cambiar el primer hombre? ¿Qué les sucedió a los mártires del primer siglo, a Lutero, Edwards, Whitefield, Spurgeon y todos los grandes héroes de la fe? La única explicación es que el Espíritu Santo, quien vino primero a los Apóstoles, vino sobre estos seguidores posteriores. Y ahí vemos la única esperanza para nosotros en la actualidad, porque el Espíritu Santo aún está aquí y aún da testimonio de «estas cosas». Por eso continuamos predicando. Este es la victoria del cristianismo, que el Espíritu mora en nosotros, sellando para siempre la adquisición y adopción de Dios.

Efesios 1. 13En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

En otras palabras, cuando el creyente es sellado por el Padre con el Espíritu al oír la Palabra del Hijo, ese sello representa la autoridad de Dios; el Rey ha sellado el edicto, y ni siquiera Él mismo puede cambiarlo. Lo ha marcado como su propiedad, le da garantía que llegará a su destino. El sello con el Espíritu, es la firma del pacto de gracia. Dios se compromete, que nada cambiará el destino de aquellos que han sido sellados. ¿Acaso hay alguna garantía más segura que la Palabra del Padre? En esto está descansando nuestra esperanza, y a la vez es el broche de oro de nuestra hermosa religión: El Espíritu Santo es testigo juntamente con nosotros, los que hemos creído en Jesucristo, dice la Escritura, de nuestro interior corren ríos de agua viva. Nuestra sed ha sido saciada. Amén.

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Publicado por Pastor Laico [a]

Siervo de Jesucristo por pura gracia.

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